Los Úteros que Migran

por Belén Villalba Riveros


El director del INE, Iván Ojeda, hace poco más de dos meses declaró que “los úteros se fueron del Paraguay (…) así entonces menos útero para la reproducción y la caída encima de la fecundidad (sic)”. De esta simple, pero cruda expresión se pueden desprender fácilmente algunas de las razones por las cuales es mayor el porcentaje de mujeres que emigran en comparación con el de los varones migrantes.


Vivimos en un país en el cual se tiene una visión reduccionista sobre lo que una mujer puede ser: buena esposa, madre y ama de casa. Muchas mujeres anteponemos nuestros anhelos y metas personales al rol que la sociedad espera que asumamos; incluso, algunas mujeres no incluyen lo citado anteriormente en su plan de vida. Y cualquiera sea el plan que tengamos, está bien porque es nuestra decisión, pero nuestra sociedad mide con una vara intangible hasta la más mínima “desviación” de lo que considera “mujer de bien”. A una mujer que a los 30 años todavía no tiene hijos se le dice que “se le va el tren”; si no tiene prometido o pareja, “algo está mal en ella”. Ni qué decir cuando abiertamente una manifiesta que no desea tener hijos, dándose incluso casos en los que la familia “se decepciona”. Si lo único que nos da nuestra identidad como mujer es concebir, ¿Qué somos antes de la menarca y luego de la menopausia? ¿Qué somos si, por alguna razón, no somos capaces de procrear o de llevar el fruto de la fecundación en nuestro vientre?

Ph: Akram Huseyn vía unsplash.com


Si, a pesar de todo lo expuesto, concebimos y damos a luz, ¿Quién nos garantiza que este niño o niña tendrá todo lo que necesita para crecer y desarrollarse sanamente? Nuestro Sistema de Salud se cae a pedazos y las polladas y otras actividades para recaudar fondos son como un triste pegamento tratando de rescatar los fragmentos y cubrir las falencias del Estado. La educación está en decadencia; el personal docente no se capacita (ya sea por falta de recursos o de interés) ni se actualiza y la malla curricular se ve cada vez más modificada, pero para mal pues los cambios se dan con tinte religioso o político. Con citar el rechazo a la Educación Sexual en los colegios es más que suficiente para ejemplificar.


Si dirigimos nuestra atención hacia el campo laboral y económico, podemos ver una brecha salarial según género que en algunos casos llegó hasta el 20% según un análisis presentado en septiembre del año pasado por el Banco Interamericano de Desarrollo, mencionando además que el nivel educativo de trabajadoras mujeres es en promedio mayor al de los varones. Es decir que, aparte de tener en contra nuestra a los “correlís” de turno, nuestro género también se convierte en parte de los grillos que nos dificultan avanzar. Hablando específicamente de mi profesión (soy médica), en esta hay especialidades que mis propios colegas clasifican como “de mujer” o “de hombre” y aquella mujer que decida hacer una especialidad encasillada como la segunda debe “probar su valía” ante sus compañeros y jefes varones. Pobre de la médica que decide denunciar maltrato o acoso porque, aparte de que la denuncia queda en el olvido, es forzada a renunciar y recibe una sanción que consiste en no poder concursar en el periodo de 2-3 años por un puesto como médica residente.

Ph: Mateo Hernandez Reyes vía unsplash.com


Con todo lo expuesto anteriormente, ¿Quién no se vería forzada a migrar en busca de mejores
oportunidades? Si en el Paraguay no se trabaja en políticas de género, los “úteros migrantes”
cada vez seremos más.

Deja un comentario