Por P. Cabrera.
No sé silbar. ¿Cuántos años habré tenido? Pongámosle seis. Sí, tenés seis años y estás con los pies absolutamente sucios de arena escuchando a los pájaros sobre los árboles; intentas imitarlos y salen burdos sonidillos de aire de entre los labios, pero en la práctica está la clave ¿no? Es una lástima que tu padre saliera al patio y escuchara esos fallidos intentos comunicativos, “las nenas no silban”, su voz cargada de autoridad bastaba para interrumpir cualquier aspiración a una carrera como imitadora de gorriones.
No, no es una absoluta desgracia no saber silbar (hasta el momento en que estás en un bus sin timbre), pero era la primera pista que marcaba cuál debía ser mi lugar en el mundo, la primera de muchas otras amonestaciones y restricciones que iban aumentando en cuanto a intensidad y gravedad a lo largo de mi vida: las nenas no silban, las nenas no corren, las nenas no se ensucian, las nenas no besan a otras nenas, etc.
Por eso es difícil no emocionarse con la lectura de “Chonguitas: masculinidades de niñas” de las autoras Fabi Tron y Valeria Flores junto con Andrea Lacombe. Editado en el año 2013, cobró vida mediante convocatoria haciendo un llamado a todas aquellas personas que rememoran sus infancias caracterizadas por estar lejos de las maneras de ser de una señorita de bien, y a través de una fotografía a modo de testimonio visual de dichas infancias, desmalezar aquellos recuerdos. Las historias provienen en su mayoría de ciudades de Argentina, pero también llegaron de Chile, Perú, México y España. Es un libro virtual y con licencia creative commons, en una navegación breve puede descargarse.
Es un libro a modo de coro de testimonios sobre las vicisitudes y malabarismos de parte de quienes desde temprana edad vieron muestras de no estar atadas a las convenciones sociales de género. Tal como lo resume Valeria Flores:
“Estas historias chonguitas cuentan algunas de las operaciones normativas de confinamiento del movimiento, del espacio, de las decisiones, de posibilidades, tan sólo por ser definidas y clasificadas como “niñas”. De la confluencia y colisión entre escritura, fotografía e infancia se forja algo interesante para pensar el género: la masculinidad es una relación entre cuerpos y espacios, en la que maniobras guerreras como ocupaciones, invasiones, desafíos, transgresiones, van trazando los confines de una rozagante e insolente “masculinidad de niña”.
El libro podría tomarse como aporte de corte activista a la vez que disruptivo dentro los discursos sobre las infancias en el marco por los derechos LGBTI+. Pero los retazos biográficos no solo son de lesbianas, bisexuales o personas no-binarias, sino también de mujeres cis heterosexuales. Las propias autoras aspiraban a que la convocatoria fuera lo más variada posible en cuanto a identidades, ocupación, edad u orientación; así el libro, aunque difícil de ser una generalización, es un abanico de testimonios variopintos cuyo denominador común es esa mecha encendida a corta edad que dinamitaba los conceptos binarios de la performatividad del género heteronormativo. Donde lo masculino no pertenecía a nadie, deslegitimizando así las cicatrices de la estigmatización.
Inevitable que la lectura no removiera recuerdos propios para quien vivió también una infancia perseguida por el orden normativo, en la que el ser varón era lo más cercano a la libertad que conocía… A menos que sea un varón que guste de pintarse las uñas y sienta aversión al fútbol, que bien podría ser mi caso, ahí entonces de vuelta al escarnio sin sentido, pues vale recordar que la persecución, la disciplina y castigo de los cuerpos son las únicas herramientas que disponen este régimen para seguir con la farsa de la naturalidad heterosexual y jerarquización de los géneros.
Se podría decir que en la temprana infancia se asientan las herejías del género, es decir, no está instalado per se el “deber ser” de uno y otro; el “deber ser” se moldea, en parte, gracias a la negación de lo otro, de la vergüenza de ser lo otro (las nenas no, los nenes no; no seas machona, no seas maricón) y la repetición de rituales orientados a perpetuar el binarismo.
Chonguitas es un grito en medio del silencio acerca de las masculinidades ejercidas por cuerpos resistidos a la feminidad obligatoria, abriendo la posibilidad de riquezas identitarias pese a la obstinación por invisibilizar, censurar o castigar. Silencio cómplice ante la violencia ejercida contra aquellos cuerpos en fuga que reniegan del género como destino y desnaturaliza la biología como excusa para la violencia.
Tal y como refiere una de las autoras, el libro sirve como archivo. Donde lo masculino no es más que una de las tantas expresiones que puede un cuerpo. Un archivo de prácticas de género, de su conquista y su resistencia, de coerciones e insumisiones, que abren una posibilidad más -una entre otras- ante el gobierno del género, para que la única respuesta admisible como niñas no sea traicionarnos a nosotrxs mismxs
Y ya como adultos nos demos la oportunidad de desandar algunos mandatos o por lo menos no traspasarlos a fuego a las infancias que tenemos alrededor; volver a recordar ese lenguaje hereje perdido en la niñez.
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