
Esta es una serie de análisis hecha en conjunto con Ka Rodríguez.
El universo de Avatar ha sido tema de conversación y objeto de elogios en internet desde siempre.
A estas alturas, queda fuera de toda discusión que la serie Avatar: The Last Airbender (2005) es
una obra maestra. Pero en esta ocasión quiero enfocarme en su maravillosa secuela Avatar: The
Legend of Korra (2012) y cómo todo en ella representa el crecimiento, tanto en el universo de la
serie como en nosotres, porque la vida sigue.
El crecimiento físico
La historia de Korra se sitúa setenta años después de los eventos de su serie predecesora. Desde el primer momento, la información visual establece sin ninguna duda que esto es una secuela: la tecnología está más desarrollada, las formas de control de elementos que antes eran raras ahora son comunes (como el control del rayo), el entretenimiento está más presente en forma de transmisiones radiales de pro bending. Y, además, nuestros héroes tienen claramente más edad que los protagonistas de la historia de Aang. Es el mismo mundo, pero las cosas cambiaron muchísimo.
Y nuestro mundo también cambió en ese tiempo. Quienes tuvieron la inmensa suerte de ser niñes durante la transmisión de The Last Airbender, llegan a la transmisión de The Legend of Korra en la siguiente década como adolescentes, con más madurez y con más información, en un mundo hiperconectado por redes sociales. Por eso todos los cambios en la apariencia del mundo de la serie tienen sentido: el mundo externo está cambiando rápido, y las audiencias también cambian y crecen.
Las relaciones entre los personajes se vuelven más características de la adolescencia y presentan realidades más afines a esa etapa: la amistad puede ser muy conflictiva, les adultes desconfían del criterio de Korra y su equipo, el romance deja de ser lineal y se complica ¡incluso incluyen romance queer por primera vez en un programa infantil de televisión!
Korra está en un momento de la vida en el que su voz se hace cada vez más fuerte, se siente lista
y tiene muchas habilidades para actuar por cuenta propia y tiene la responsabilidad urgente de
involucrarse en los asuntos del mundo PORQUE ES LA AVATAR, pero les adultes no la toman en
serio y la sobreprotegen, retrasando su tan necesario aprendizaje. Muchas personas pasan por
esta misma situación en su adolescencia y es siempre lindo tener un personaje que represente
esto.
El crecimiento político
Una cosa muy genial de las dos series es que en ningún momento se privan de abordar temas
complejos. Y más genial aún, nunca los abordan de forma condescendiente. Y esto es
especialmente cierto al momento de hablar de conflictos políticos.
La historia de Aang nos muestra una figura de rey imperialista que desea conquistar todo el
mundo, en un estilo épico que nos remonta a imperios antiguos. El enemigo era solo uno: el Señor del Fuego, que estaba claramente equivocado. La historia de Korra, con este conflicto ya
superado y tras siete décadas de paz, presenta una diversidad ideológica más grande. Todes les
villanes en algún punto te hacen empatizar y te hacen sentir que tienen un poquito de razón.
Amon presenta el legítimo reclamo de que las personas que no controlan elementos viven bajo
injusticia y opresión de benders. Unalaq presenta el legítimo reclamo de que el mundo humano no debería estar separado del mundo de los espíritus. El abiertamente anarquista Zaheer presenta el legítimo reclamo de que la Sociedad del Loto Blanco debería ser imparcial y de que los gobiernos tienden a la corrupción. Kuvira presenta el legítimo reclamo de que los monarcas del Reino de Tierra han ignorado siempre las necesidades del pueblo empobrecido.
En serio les digo, en algún punto yo apoyé sus propuestas en mayor o menor medida porque todas me parecen, en esencia, válidas. ¡Por un buen tiempo hasta creí que Amon y Zaheer eran mis camaradas! Pero como se pudo ver ni bien adquirieron poder, todes cayeron en prácticas deshonestas y violentas. Mensaje para tener en cuenta antes de idealizar a cualquier líder o permitir que el poder se acumule en una sola persona.