Por Yerutí Vázquez.
Este artículo de la serie probablemente sea el peor recibido porque me meto con el personaje más querido y con la camisa más envidiada del mundo: Hopper.

Haré una fuerte declaración que prometo justificar: Hopper debía morir. Pero no me refiero a Hopper el personaje. Es más, su muerte quedó en duda gracias a la escena final de la temporada y todas las fan theories que surgieron desde entonces. Me refiero a Hopper el concepto.
Sé que se pueden analizar un montón de cosas sobre Hopper, desde que inició la serie. Pero yo me quiero enfocar en un aspecto: su manera de relacionarse con Eleven y Joyce. Estas mujeres llegaron a su vida para forzarlo a enfrentarse con emociones que siempre había reprimido.
Como padre, Hopper es completamente incapaz de conversar honestamente con su hija, entonces la reprime. No demarca límites saludables, sino que establece su autoridad amenazando a Mike y mintiéndole a Eleven, generando un malentendido impresionante que se podía evitar si HABLABA.
Esta inhabilidad para tener conversaciones honestas también se palpa en su relación con Joyce. Son amigos de hace años, así que Hopper con mucha confianza le cuenta sus dificultades como padre a Joyce y le pide una solución. Esto hace que Joyce se vuelva un apoyo emocional.

Si bien ella lo aconseja con excelente tino (en serio, Joyce, qué estrategia más genial le diste para lidiar con su hija adolescente), no hay que olvidar que él quería usarla para que hiciera la labor emocional que le correspondía enteramente a él.
Esta relación con Joyce no solo termina en apoyo emocional de su parte, sino también en una fuente inagotable de malentendidos. Tan profunda es la carencia de estrategias de diálogo que tiene Hopper que no es capaz de decirle abierta y honestamente sus intenciones para con ella.
Por ejemplo: cuando Joyce no asistió a la cita (que no era realmente una cita porque nunca quedaron en eso), Hopper se molesta con ella y se lo reclama, incluso después de que ella le haya explicado por qué, invalidando totalmente la experiencia de ella. O sea:
1. no le dice que está interesado románticamente en ella,
2. se crea expectativas de éxito romántico con los encuentros que tienen por más que nunca haya declarado esta intención y
3. se enoja cuando sus expectativas ocultas no se cumplen y culpa a la otra parte.
Muy mal todo.
Por eso hablo de «Hopper el concepto«. Ese concepto de hombre que se reserva sus emociones, que anula la autonomía de las personas a su alrededor, que se siente con derecho a que se haga solo lo que él quiere, que culpa a los demás de sus propias fallas, ese hombre debía morir.
En su última escena, Hopper decide sacrificarse por el resto. Le indica a Joyce que sí, que adelante, que no espere por él. Sabe que desde ese momento Joyce, Eleven, e incluso toda la ciudad de Hawkins estarán sin él, serán autónomas, y estarán bien. Se hace a un lado, se deja ir.

Muere, pero no sin renacer. En la carta que lee Eleven al final de la temporada, Hopper admite sus errores y sus miedos. Es honesto. Mata él mismo a la persona que ya no debe ser y demuestra que se transformó en alguien capaz de amar de manera incondicional y saludable.
Hopper nos enseña que por más dañados que estemos; por más que nos hayan enseñado toda la vida a reprimir emociones y evitar el diálogo (en especial a los hombres criados en el machismo); siempre se puede desaprender todo y cambiar para bien. Todos debemos matar a nuestro Hopper.